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Aprender a transformar el dolor
El dolor es una de las fuerzas más poderosas que nos pueden afectar; forma parte de nuestra existencia y de lo que significa ser humano, aprender a transformar el dolor es clave para el aprendizaje.
Constituye una motivación esencial en nuestra forma de aprender, evolucionar, adaptarnos, crear o hallar nuevas soluciones para dificultades y problemas, o en nuestra capacidad para aprender de los errores.
Qué hace el dolor en nosotros
Nos humaniza, nos da profundidad, nos aporta humildad y nos hace apreciar la vida, ya que nos recuerda que podemos perderla.
Es una experiencia que nos alerta indicando que nuestro cuerpo requiere atención o un cambio, o que necesita algo, y por eso es necesario para nuestra supervivencia y nuestra existencia. Es por, tanto una experiencia corporal necesaria y natural.
El dolor puede ser resultado de una herida, o aparecer de una manera persistente, por ejemplo, en la espalda o habitual como el dolor de cabeza, de articulaciones u otros similares.
Pero también se puede experimentar dolor por un fracaso, una pérdida o una separación.
Cuando el dolor es breve y pasa pronto, lo experimentamos pero no sufrimos.
Sin embargo, cuando el dolor es recurrente, persistente y parece no tener fin, nos causa sufrimiento.
En este caso, tiene efecto intenso en nuestras vidas y en nuestro bienestar: afecta a nuestro descanso y relajación, a nuestra capacidad de trabajo, a nuestras actividades de ocio e incluso a nuestras relaciones con los demás.
Culturalmente
No es de extrañar, pues, que culturalmente el dolor se haya considerado casi siempre como un enemigo y que, en general, no estemos dispuestos a experimentarlo.
Aunque cada uno de nosotros lo hace a su manera, siempre tratamos de alejar nuestra atención del dolor: intentamos distraernos con cualquier tema, respiramos menos o apretamos los músculos para no sentirlo tanto.
Para evitar la experiencia del dolor adoptamos determinadas posturas, actitudes y respuestas automáticas.
Pero la mayoría de las veces no nos damos cuenta de ello, y se trata de un comportamiento tan automático y habitual, repetido incluso, a veces, durante tantos años, que no nos imaginamos que se pueda reaccionar de un modo diferente.
La buena noticia es que se puede aprender a transformar el dolor
¿Cómo?
Aprendiendo a llevar la atención al propio cuerpo y ganando así control sobre nuestra manera automática de reaccionar al dolor, podemos lograr dejar de sufrir delante del dolor y podemos transformarlo en energía, vitalidad y salud.
Aunque a menudo no somos responsables de la causa de nuestro dolor, ni se nos puede culpar de la situación que lo ha provocado, sí que podemos responsabilizarnos de la manera en la que reaccionamos ante la existencia de dolor en nuestras vidas.
En lugar de la respuesta repetitiva, que fija la experiencia que tenemos del dolor, existe la posibilidad de aprender, corporalmente, cómo cambiar de actitud, usando nuestra fuerza de voluntad y nuestra atención para transformar esa experiencia del dolor.
Y lejos de querer sanar, combatir o eliminar el dolor, lo que se busca es reducir el sufrimiento causado por él, y en ocasiones, como resultado, esto puede conducir a la desaparición del propio dolor, ya que entonces el cuerpo puede curarse.
Aceptación, de nuevo
Si en lugar de invertir nuestro esfuerzo y energía en evitar el dolor, resistirnos a él o ignorarlo, utilizamos nuestra atención para experimentarlo y aceptarlo, conseguiremos, que en lugar de prolongarlo y sufrir, podamos ocuparnos del problema que lo ocasiona.
De este modo, se puede transformar el dolor y el cuerpo utiliza su energía para recuperarse, reponerse y sanar.
Incluso si la mejoría no es completa, nos ahorraremos una gran cantidad de sufrimiento, porque no habremos invertido nuestra energía ni nuestro esfuerzo en reaccionar o ir en contra del dolor.
Lo importante cuando experimentamos dolor, no es buscar explicaciones o posibles causas o razones del dolor.
Lo importante es centrarnos en cómo lo experimentamos y aprender a usar nuestra atención y nuestra voluntad para modificar y corregir lo aprendido sobre el dolor en el pasado.
De este modo podemos transformar una experiencia no deseada en una situación fluida en la que el cuerpo se puede recuperar dándose el proceso natural de recuperación.
Tipos de dolor
No hay distinción entre diferentes tipos de dolor, ya que si nos atenemos a nuestra manera básica de enfrentarnos a él, tanto el dolor de una pérdida, como el que podemos experimentar después de un accidente o, incluso, un dolor de cabeza, son similares.
Podemos aprender a experimentar el dolor y a reducir nuestro sufrimiento tanto si nos estamos recuperando de una operación, como si se trata de un dolor pre-menstrual, de un dolor de espalda que llevamos 20 años sufriendo, o de un fracaso que aún nos atormenta.
Hasta cierto punto, todos podemos controlar lo que hacemos con nuestro cuerpo, cómo dirigimos nuestra atención, el nivel de tensión de nuestros músculos o nuestra forma de respirar y relajarnos.
Y podemos aprender a ejercer ese control de manera eficiente y concentrada, no de una forma teórica, si no a partir de la experiencia del cuerpo.
En resumen, hay que aprender a transformar el dolor.
Si tu deseo es aprender y romper hábitos antiguos, si te implicas y tienes interés y entrenas tu habilidad para aprender a controlar y a abandonar tus reacciones automáticas delante del dolor, conseguirás aumentar el éxito en el proceso de aprender a transformarlo.
Como resultado afectarás al impacto que éste tiene en tu vida: reduciéndolo o incluso eliminándolo.
No sólo conseguirás reducir el sufrimiento causado por el dolor, sino que también aprenderás diferentes lecciones y herramientas que podrás aplicar en tu día a día y que te proporcionarán mayor independencia.
Si nuevamente te haces daño o te pones enfermo, podrás utilizarlas por ti solo y esto te permitirá lidiar más fácilmente con una experiencia difícil.
Virginia López
Qualified Practitioner of the Grinberg Method
Miembro de la Asociación Internacional de Practicantes del Método Grinberg (IAGMP)
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