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Meditar tumbados, va más allá de la relajación
Meditar tumbados no persigue un objetivo, es adentrarse en un profundo descanso, a través de la relajación.
Por qué meditamos
A menudo nos adentramos en el mundo de la meditación con un objetivo concreto…
…quizás con el deseo de conocernos a nosotros mismos, deshacernos de lo que no nos gusta o conseguir aquello que anhelamos.
O quizás simplemente buscamos paz en nuestras mentes y nuestros corazones.
Sea como sea, en este adentrarnos corremos el peligro de arrastrar con nosotros las actitudes que dirigen nuestras vidas, es decir: creer únicamente en nuestra propia fuerza y dar demasiada importancia al objetivo imaginado y al empuje para llegar a la meta.
Meditar tumbados, relajación
Adentrándonos en el profundo descanso, accesible con más facilidad practicando la meditación estirados, se nos ofrece un universo en el que la meta deja de ser la única motivación.
Somos invitados a establecer una relación fluida con lo que percibimos en el exterior y con lo que surge desde nuestro interior.
Al estirarnos para meditar quizás nos invade un tremendo cansancio acumulado, un cansancio fruto de toda una vida de correr intentando alcanzar objetivos y llegar a ser alguien, un cansancio que está presente en nuestras células pero que nunca hemos tenido el tiempo o el coraje de escuchar.
Un cansancio que hace que nos durmamos cada vez que intentamos meditar estirados y que, por lo tanto, nos hace sentarnos, convencidos de que la concentración y la atención es lo correcto o lo que debe pasar durante la meditación.
Meditar sentados, trabajar
La posición de meditar sentados, no solo nos conecta más con esta actitud de trabajo tan distante de lo que verdaderamente es la meditación, sino que, a menudo, nos quedamos atrapados en relacionarnos con el dolor.
Esto viene provocado por una posición que nos empeñamos en pretender, pero que ya no forma parte de nuestra cultura, donde crecemos sentándonos en sillas e instrumentos elevados del suelo.
Después de más de 18 años ofreciendo retiros de profundo descanso y meditación, puedo decir que no me parece inteligente pasar los primeros años de la práctica de la meditación preocupados solo con el dolor de rodillas.
Desde mi experiencia
Puedo decir que escuchar este cansancio adquirido, y permitirnos el lujo de dormir, no es sinónimo de evasión ni escape de la realidad, sino más bien el contrario y en muchos casos, el inicio de una escucha verdadera a nuestro propio cuerpo y a la urgencia de empezar a vivir desde otra fuente.
Más allá de este primer episodio de simple necesidad de descansar en el plano físico, si conseguimos confiar y dar espacio a este proceso, a menudo, nos encontramos en una tierra fértil a caballo entre el estado consciente y los sueños.
Y quizás empezamos a dar espacio a algo más amplio que nuestro rígido creer que sabemos donde vamos y la convicción de que sea donde sea, será nuestra propia fuerza y determinación lo que nos llevará hasta allí.
Meditar tumbados pero no para dormir
Nos estiramos no con la intención de ponernos a dormir, sino con la intención de entrar en contacto con algo más vivo y fresco.
Algo que a pesar de nosotros y nuestro pequeño mundo de deseos y problemas, puede sentir y percibir una razón, un sentido, una fuerza vital creativa capaz de hacernos realmente humanos, sensibles, abiertos y arraigados. Verdaderos.
¿Cómo practicar la meditación tumbados?
Podemos empezar simplemente estirándonos en la cama o en una colchoneta, con la espalda en el suelo y los ojos cerrados, las manos estiradas a los lados del cuerpo o dulcemente descansando en el pecho o la zona del ombligo.
Dejamos que todo nuestro cuerpo se relaje, sintiendo su peso y más en concreto las partes del cuerpo que están en contacto con el suelo.
Prestamos atención a la columna vertebral y al espacio entorno nuestra espalda, sabiéndonos acogidos, sostenidos por el suelo y el universo entero.
Desde allí damos espacio a todo lo que está pasando en nuestro ser: sensaciones, pensamientos, emociones, sentimientos… abrazando lo que es, y al mismo tiempo dejando que se disuelva, que se desvanezca.
Entonces nos podemos preguntar:
¿Qué más está pasando? ¿Hay algo más?
Y quizás descubrimos la respiración, o el movimiento en la barriga causado por el aire entrando y saliendo de nuestro cuerpo.
Y simplemente nos podemos quedar allí, en este ritmo sutil y eterno, vital.
O una vez allí, podemos preguntarnos:
¿Qué es lo más importante en mi vida? ¿Qué es aquello sin lo cual no vale la pena vivir?
Y no correr hacia agarrar una respuesta, sino simplemente dar espacio, escuchar atentamente, volvernos sutiles para oír la voz del corazón y de algo más antiguo que nosotros mismos.
Es este susurro, junto con la dulce determinación de descansar en este espacio abierto y sin conclusiones, que nos llevan a un espacio mucho más amplio de lo jamás imaginado, y es desde allí que podemos empezar a re-aprender a vivir una vida más auténtica, sin miedos, con sentido.
Gemma Polo Pujol
www.gemmapolopujol.com