La verdad es que para dar respuesta a esta pregunta, la industria no se ha lanzado tan rauda ni vehemente. La implantación del 5G está a la vuelta de la esquina y aún son muchas las dudas e incertidumbres que despierta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha mencionado que para tener en cuenta el aumento del volumen de información, que serán transferidas por las redes 5G, se requerirá más espectro a frecuencias más altas.
Las frecuencias más altas utilizadas por la red 5G serán alrededor de diez veces superiores a las utilizadas por las tecnologías de red actuales (2G, 3G y 4G), lo que va a suponer unas pocas decenas de GHz. Unas frecuencias que, según la misma OMS, ya se han utilizado durante muchos años en aparatos como los enlaces de microondas punto a punto.
Existen directrices internacionales de hasta 300 GHz, que van mucho más allá de las frecuencias máximas objeto de debate para el 5G, que, repetimos, no será superior a unas decenas de GHz.
La Comisión Internacional para la Protección contra las Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP) está revisando actualmente sus directrices sobre radiofrecuencia y ya ha presentado un proyecto de asesoramiento relativo a la alta frecuencia (de 100 kHz a 300 GHz) en una consulta pública.
Según el ICNIRP, el cuerpo humano puede soportar un pequeño aumento en el calor, que, de una manera similar que el exceso de calor corporal al hacer ejercicio físico, se acaba disipando.
Pero por encima de un cierto nivel, la exposición puede ser peligrosa. Si se sobrepasa el umbral térmico, dependiendo de la duración de la exposición, la alta frecuencia y el aumento de temperatura que lo acompaña, pueden provocar graves efectos para la salud, como golpes de calor y quemaduras.
Se podría estimar que las ondas 5G, según estudios del ICNIRP, no suponen un riesgo para nuestra salud.
Algunos científicos, como el profesor Leszczynski afirman que las garantías de seguridad con respecto a la radiación emitida por 5G, se basan únicamente en la suposición de que las bajas cantidades de radiación son seguras, no en una investigación biomédica.
Las ondas de alta frecuencia sólo penetran unos pocos milímetros en el cuerpo y esto está siendo utilizado como un mantra “anti-preocupaciones” por la industria. Pero nuestra piel es el órgano más grande del cuerpo y está vinculada a numerosas cosas, incluida la respuesta inmune.
El Profesor Alexander Lerchl de la Universidad Jacobs de Bremen, se sitúa más bien en la línea general de la OMS. Asegura que aún no se ha evidenciado ningún riesgo para la salud tras las investigaciones y estudios que se han realizado. Si bien es cierto, que debemos seguir realizando estudios para llegar a tener una resolución definitiva al respecto, éstos no tendrían más que una naturaleza preventiva.
Según la OMS, no hay razón para ser alarmista al respecto. La exposición a las ondas de radio no es nueva y se han llevado a cabo investigaciones relacionadas con la salud sobre este tema a lo largo de varias décadas.
La OMS ya ha afirmado que no va a realizar más investigaciones previas a la instauración de la nueva red 5G, sino que revisará la evidencia científica de 5G cuando se implemente la tecnología y se disponga de datos sanitarios publicados.
La revolución domótica e inteligente que nos auspicia el internet de las cosas, necesita de una infraestructura de antenas que nada tiene que ver con la que tenemos actualmente.
La antena 5G estará en cada coche, farola o semáforo de las ciudades inteligentes. Los sensores también tendrán que ser instalados en las casas. Y no sólo en las casas, si queremos que nuestra nevera “haga la compra” necesitará una antena y un dispositivo para estar conectada a internet y hacer los pedidos necesarios cuando detecte que se nos acaba la leche o el zumo.
Tendremos antenas en todas partes, ya que las ondas milimétricas no pueden pasar a través de paredes y ventanas. Así que deberemos asegurar una fluidez de transmisión por medio de infinidad de repetidores.
Como ocurre hoy en día, el peligro de las torres de repetición de 5G será tan peligrosa como ocurre ya con las redes de radiofrecuencia existentes. Si no estamos cerca durante mucho tiempo, no ha de suponer un especial problema para nuestra salud. Aunque claro, como hemos dicho, con la implementación de la red 5G, es probable que éstas aumenten de número de manera vertiginosa.
Vivimos una época en la que las cosas han de pasar rápido. No se deja espacio para la reflexión o el estudio ponderado y ello es el caldo de cultivo perfecto para visiones de un alarmismo extremo. O como para no ser lo suficientemente cautelosos y tener protocolos de actuación antes de que el problema se haya hecho demasiado grande.
El Consejo Europeo ha establecido en una recomendación, restricciones básicas y niveles de referencia para la exposición del público en general a los campos electromagnéticos. Sin embargo, no son vinculantes para los Estados miembros de la UE, argumentando que son los Estados miembros los que ostentan responsabilidad principal de proteger a los ciudadanos de los efectos potencialmente nocivos de los campos electromagnéticos.
Mientras seguimos observando esta tibieza desde los organismos políticos, la red 5G se ha ido convirtiendo en una realidad con claroscuros evidentes en lo que respecta a la afectación en la salud de las personas. Salud que además se ha visto bastante depauperada este año por culpa de la pandemia del COVID-19.
En julio de 2018, un grupo de 170 científicos envió un documento a la UE pidiendo que no se implantara la nueva red 5G hasta no tener más datos científicos sobre la afectación de la misma en los seres humanos.
La UE respondió que las actualizaciones independientes de su Comité Científico sobre Salud, Medio Ambiente y Riesgos Emergentes (SCHEER), que se basan en la orientación del ICNIRP, no proporcionaron ninguna justificación científica para revisar los límites actuales.
Queda claro pues, que ha vuelto a imponerse el interés económico al interés social, medioambiental y sanitario. Así que lo que podemos hacer para protegernos, de momento, ante los riesgos desconocidos que rodean el despliegue del 5G será el mismo consejo que para el 3G y el 4G: limitar la exposición.