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La vergüenza te hace perder poder personal
La vergüenza es una de las experiencias de pérdida de poder personal más intensas que podemos experimentar.
La podemos contemplar como un síntoma o evidencia de la falta de poder, y sin embargo es el origen de la pérdida de éste.
¿Quién no ha sentido alguna vez vergüenza? Seguro que todos sabemos bien lo que es, ya que en algún momento la hemos experimentado.
La vergüenza es una experiencia bien física. No es un concepto, no es una idea o reacción controlable, simplemente es una reacción energética de nuestro organismo con la que, al racionalizarla nos invalidamos frente a los otros y a nosotros mismos.
Nos invalidamos porque nos sentimos incapaces de hacer algo, o porque creemos que algo de nosotros no va a gustar, o bien porque inexplicablemente nos bloqueamos en situaciones cotidianas en las que otros están cómodamente.
Como podemos ver, la desvalorización es al mismo tiempo origen y consecuencia de la vergüenza, convirtiéndose en un bucle en el que vamos perdiendo poder personal.
Pero veamos como SI es posible salir de este pernicioso bucle
Cómo he dicho anteriormente, la vergüenza es una intensa experiencia corporal y para intentar no sentirla solemos empezar a tratar a nuestro cuerpo como un objeto ajeno a nosotros mismos.
“Éste no soy yo, es mi cuerpo que hace esto”, matamos al mensajero porque no nos gusta el mensaje.
De esta forma a lo largo de nuestra vida nos vamos desconectando de nuestro organismo, y a la vez de nosotros mismos.
Esto nos puede llevar a estar en guerra con nuestro cuerpo, no estaremos en paz y se manifestará en diferentes aspectos de la vida.
Estar en guerra con el propio cuerpo no viviendo feliz en él, finalmente es estar en guerra con uno mismo. Esta actitud implica pérdida del poder personal.
Admitir la vergüenza como una experiencia más, no evitarla y no evitar las situaciones en las que se produce, implica incremento y desarrollo del poder personal.
Es una forma de hacer tuyo tu cuerpo y de hacer las paces contigo mismo.
Con esta actitud te empiezas a aceptar y empiezas a conectar con tu propio poder y sabiduría.
¡Por favor que no se entere nadie!
La vergüenza nos devuelve a nuestros primeros pasos en la vida, a la infancia y adolescencia en las que la curiosidad y el descubrimiento de los demás y de uno mismo pasan a primer plano.
¡Qué ganas de que me descubran!, pero ¡que miedo! algo de mi puede no gustar. ¡Qué interés me despierta algo o alguien!, pero ¡por favor que no se entere nadie!
La vergüenza es el cóctel en el que se junta el miedo y el deseo, por eso es tan potente y tan incontrolable. ¿Y de qué miedo estamos hablando? Del miedo a la intensidad del propio deseo.
Deseo de conocer, de saber de alguien, de probar y de que nos prueben… en resumen de experimentar y vivir. Con la ocultación de esto empezamos a restringir el desarrollo de nuestro poder.
¿En qué transformar la vergüenza?
Uno de mis maestros decía “la curiosidad es la puerta del erotismo” ¡Si señor!, ahí está la clave.
El erotismo, bien entendido, es el gusto por el estar, por el conocer y por el “catar”; personas, situaciones, experiencias y ambientes, son el escenario de una actitud erótica ante la vida.
El erotismo bien entendido es el goce en la relación, la curiosidad por los otros, y el gusto por ser descubierto por los demás.
¿En qué se puede transformar la vergüenza? Una respuesta rápida puede ser en valentía, pero sólo es una respuesta rápida y engañosa, ya que es ir en busca de un opuesto que difícilmente se producirá.
¿Y por qué me siento como una criatura?
Muchas personas describen su vergüenza como algo irremediable y de reacciones que no pueden controlar, algo muy desagradable que les pone fuera de control; un “yo no soy así, pero no sé que me ha pasado”
Una sensación muy común es la de estar comportándose como un niño o un adolescente, un sentimiento de ridículo ya que los adultos no se pueden comportar como niños.
Se parte de la idea de que, hasta cierto punto, un niño se puede descontrolar, pero un adulto no; un adulto es controlado y dirige todas sus reacciones y comportamientos, ¡Un adulto decide!
Lo anterior sólo es una idea, pues resulta que seamos adultos o no, los seres humanos tenemos un cuerpo que reacciona emocionalmente, más allá de lo que podamos pensar al respecto y a eso le llamamos no control.
Bienvenida la vergüenza
Pues parece que la vergüenza nos indica para donde quiere ir nuestro organismo y éste normalmente suele acertar. De forma sana, suele buscar en las relaciones humanas más el disfrute que el esfuerzo, a la hora de descubrir y aprender.
La vergüenza nos indica aquello que deseamos, hacia lo que nos enfocamos.
Justo lo que la vergüenza nos dificulta vivir es aquello que nuestra sana curiosidad y deseo nos empuja a experimentar. Aunque sea desde la vergüenza y el temblor merece la pena arriesgarse en la relación con el otro. No hay nada más enternecedor que la curiosidad, esa es la transformación, y ahí nuestra fuerza y poder crecen.
En el fondo deseamos ser más felices habitando el cuerpo, queremos sentirnos libres y conectados con la propia fuerza, con el poder personal.
Notar que el cuerpo juega a nuestro favor, no siendo algo limitante o un peso que nos va en contra.
Cuando el cuerpo y la mente están unidos y alineados podemos hacer realidad nuestros sueños de bienestar y creatividad.
Para mi está claro que se trata ayudar a las personas a reapropiarse de su cuerpo, es decir, es a reapropiarse de si mismo. Es ahí donde reside el poder de la persona, en la sabiduría de la totalidad de su ser.
Javier Muro
Terapeuta y Coach.
Creador del Sistema Lo Corporal.
www.locorporal.com
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